Los dragones de Saph y el príncipe encantador

Esta es una de las primeras historias que he creado, quizás sea la primera aunque no me acuerdo porque la escribí cuando era muy pequeño para un concurso de relatos de Sant Jordi que hacían en el colegio de primaria. Dicho concurso no lo gané. Recuerdo pensar que era demasiado diferente como para que a los profesores les gustase, pues en esta no era la típica historia del héroe que mata al dragón, aquí el héroe es el malo contra el que tienen que luchar los dragones.

Aclaro también, que la forma de escribir de esta historia es la mía actual, pues el relato como tal está perdido, y la escritura e historia por aquel entonces era muy mala y simple. Aunque la idea de esta no lo es.

Se puede considerar una nueva historia basada en la que escribí hace tanto tiempo y la relataré a ojos de Zolock el dios omnipresente de la gran mayoría de mis historias. Espero que os gusté 😀

En un mundo como el vuestro, los dragones siempre han sido considerados unos monstruos. Bestias avariciosas que tienen poder, a las cuales les gusta destrozarlo todo a su paso para causar miedo y terror y que además, tienen el pensamiento de que el mundo es suyo y de nadie más.

En cambio, en uno de mis muchos mundos, los humanos son la verdadera plaga de la historia. Aunque ojalá pudiese decir que solo lo son en aquel…

Este nuevo mundo es llamado Saph. Es un planeta acuático con solo dos continentes que se encuentran por encima de la superficie.

En uno, los dragones eran la especie dominante. No consiguieron serlo a causa de sus grandiosas alas o su aliento, sino gracias a su intelecto. Una vez su cerebro empezó a formarse, este no paró de crecer y desde el primer momento fueron creando una civilización robusta que sabía qué hacer para sobrevivir sin dañar a su alrededor.

En el otro continente los humanos nacieron y se apropiaron de todo lo que había a su alrededor. Los dragones se informaron acerca de ellos y descubrieron rápido que si su imperio se expandía, el planeta se volvería inhabitable. Por ello iniciaron muchas artimañas para que estos se quedaran en su continente, sin poder dañar más el planeta. Pero los humanos son una especie muy curiosa. Demasiado.

Llegaron al continente armados y arrasaron con todo a su paso. Con todo, hasta llegar al imponente castillo de los gobernantes. A pesar de que acamparon a 50 kilómetros de distancia, dicho castillo era tan grande que podían visualizarlo sin ningún tipo de problema.

Los humanos eran artistas de guerra, sabían que en un combate directo contra un solo dragón, pocos sobrevivirían. Por ello atacaban siempre de noche, al igual que ocurrió en la Guerra Negra de Hial Bri. En este caso fue distinto. Los dragones estaban informados y protegieron el castillo entero. Tenían tal número de guerreros que serían capaces de luchar contra todo el ejército humano. Pero no previnieron la posibilidad de que fuese una sola persona la que se colase y secuestrase el huevo de los reyes.

Dicha persona se llamaba Jorge y era conocida como el príncipe encantador entre los suyos. Tenía el pelo rubio y los ojos verdes, un rostro recto y ancho. Siempre llevaba puesta una armadura de hierro brillante junto con una espada con más brillo todavía. Aunque para conseguir entrar no lo hizo con ella, obviamente, para entrar llevaba un traje de cuero tintado en negro y una máscara que le dejaba sin rostro. Con dicha vestimenta, supo camuflarse con el entorno y llegar donde nadie más llegó.

Con el huevo en su poder, los humanos querían estudiarlo, querían criar a la criatura que saliese para así, poder utilizarlo contra los de su especie. Y eso era algo que los dragones no permitirían. Menos aún siendo el hijo de Dra y Rog, los gobernantes.

Al descubrir la falta del huevo. La pareja desplegó a un grupo de exploradores. Eran los dragones más veloces del reino, ya que eran más pequeños de lo normal. Por ello no debían luchar.

Era un grupo de seis, capaces de recorrer mucha distancia en muy poco tiempo, en medio día todos volvieron, todos excepto el que fue a investigar en las montañas rocosas. Era una zona difícil para los dragones, su gran tamaño les impedía pasar por la gran mayoría de lugares y además, los derrumbes eran muy fáciles de causar.

Dedujeron rápidamente que el campamento humano se encontraba allí y en unas horas tuvieron el plan de ataque bien formado y estudiado.

Eran un grupo de 5 dragones, entre los cuales se encontraba Dra, la líder y además madre del huevo secuestrado. Volaron por encima de las nubes, evitando ser vistos y nada más llegar, empezaron el ataque. El primer dragón bajó en picado con el sol a su espalda y creó una avalancha de rocas. Dos más les siguieron y entraron en el campamento con el fuego en las fauces. El incendio se creó rápido y el campamento militar fue reducido a llamas mientras los humanos se defendían sin orden alguno.

Dra estaba observando desde las alturas, y no atacó hasta que vio su huevo a manos del príncipe encantador. Bajó como un rayo y de un zarpazo tiró a este al suelo. Su huevo voló unos metros, pero ella lo pudo salvar sin problemas. Una vez con este en sus garras, intentó salir de allí, pero no lo consiguió a causa de una flecha que tenía clavada en la pata trasera. Esta tenía una cadena que estaba clavada en el suelo que impedía su vuelo. Dra cayó al suelo y los que había a su alrededor la ataron con más fuerza al suelo, al igual que hicieron con sus compañeros.

– Así que por fin aparecéis. Habéis venido mucho más rápido de lo que esperaba.- Dijo Jorge.

“¿Cómo te atreves? ¿Acaso te das cuenta de lo que estás haciendo?” Oyeron todos en sus mentes.

– Claro que sí. Justamente es esto lo que queremos. – Dijo él señalando su frente.- Con el poder de enviar tu mente al cielo nadie, ni siquiera vosotros, podréis pararnos.

Entonces, apartó el huevo de su madre y desenvainó su espada. Golpeó con fuerza en este, intentando romperlo. Pero su duro cascarón se lo ponía difícil. Dra y sus guerreros empezaron a gritar al ver dicho comportamiento, nunca antes un no nato había sido maltratado de tal manera y era algo que no permitirían.

Con la ira en sus venas rompieron sus ataduras, y mataron sin ningún problema a los guardias del príncipe. Este aterrado vio como otros dragones, avisados por el que provocó la avalancha lo rodearon con un anillo de fuego y mientras suplicaba a su dios inexistente, los dragones lo despedazaron.

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