Ya por fin llegamos al último capítulo de esta increíble historia basada en Subnautica.
¿Habéis leído los capítulos anteriores?
Lo podéis leer desde aquí.
Una Flor en el Mar: El final
Una vez descansada, puse la batería del electro al deslizador, miré hacia donde estaba el este, me coloqué bien la bombona de oxígeno y salí nadando de allí esperando no tener que volver jamás.
Notaba la velocidad con el deslizador al instante, este tenía mucha fuerza y me facilitaba hundirme y salir del agua fácilmente.
No me atreví a ir a mucha profundidad, no sabía qué había por ahí, ni si podría soportar la presión, y durante todo el trayecto tenía una mala sensación en el cuerpo. Me encontraba completamente sola, no había ningún tipo de pez a mi alrededor, ni siquiera había algas o corales. Era muy extraño que, de un momento a otro, toda la vida desapareciese.
Subí a la superficie para reponer oxígeno y de paso mirar si ya veía la isla que me decían. No me esperaba que estuviese tan cerca.
Lo que más me sorprendió, fue el enorme edificio alienígena que había construido allí. Lo iba estudiando desde la superficie mientras me acercaba a él.
Era negro, con líneas y puntos verdes. Tenía una gran base de poca altura, debían ser unos dos metros más o menos. Encima de esta base, se encontraba una gran torre. Esta sí tenía mucha altura, nunca llegué a saber cuanta. A los lados de la torre había ciertos… ¿Resortes? No sé explicarlo claramente…
En aquel momento pensé que eran decorativos.
Llegué a la isla a través de una pequeña playa. No había gran cosa aparte de rocas, arena y una entrada bloqueada al gran edificio alíen. Si nuestra tecnología ya es avanzada, la suya lo es muchísimo más:
Habían conseguido crear una barrera de energía semitransparente con la que
impedir el acceso. Lo único que encontré para «apagar» la barrera, era una gran caja del mismo material del cual estaba creado el edificio. Si me acercaba a él, se abría mostrando un extraño
relieve que emanaba una luz verdosa.
Sea lo que sea, en aquel momento no podía acceder al interior, así que me senté en la arena a esperar, mirando aquel mar infinito.
Desde allí pude ver un gran animal saltar por encima de la superficie del agua. A pesar de estar lejos, tenía un gran tamaño. Desee no tener que acercarme nunca a uno.
Los ojos se me iban cerrando por el cansancio. El viaje se me había hecho largo y lo más probable es que si no fuese por el deslizador, me hubiese ahogado por el cansancio.
No tardé en dormirme, y cómo no, no soñé nada. Dicen que siempre soñamos algo, por pequeño que sea, lo que ocurre es que no lo recordamos. Yo nunca me lo he llegado a creer, ya que pocas veces me he acordado de un sueño, o una pesadilla.
Me desperté sobresaltada, a causa de lo que parecía ser una alarma proveniente del edificio.
Sus pinturas verdes empezaron a brillar mientras la tierra empezaba a temblar. Fue entonces cuando comprendí que aquellos «resortes» no eran decorativos.
Estos empezaron a girar, creando un gran estruendo, moviendo con ellos la torre. Parecía estar apuntando al cielo. A algo que venía hacia mí.
Miré hacia arriba y vi una pequeña nave carguero aproximarse. Era mucho más pequeña que la nave
de Zolock, pero me ayudaría a salir de allí, o eso esperaba… Nunca lo olvidaré… Cuando la nave atravesó la atmósfera, sonó un gran estruendo proveniente del
edificio que tenía a tan solo unos metros. El sonido era tal que mis orejas empezaron a sangrar, y sufrí sordera durante un par de días. Pero eso no me preocupó.
La nave Kius había sido completamente destrozada. Ni siquiera cayeron restos al agua.
La habían pulverizado de un solo disparo.
Grité desesperada al darme cuenta de lo que había pasado. Lloré desconsolada al entender por qué se había estrellado mi nave. No había sido una explosión accidental, cómo había intentado hacerme creer.
Se trataba de un ataque directo desde el planeta.
No sé cuanto tiempo estuve llorando, intentando aceptar que debía quedarme más tiempo ahí.
Pensando en cuando volvería de nuevo a casa. Pensando si lo haría algún día.
Decidí quedarme en la playa hasta que amaneciera, entonces me puse en marcha de nuevo para la base. Aún me negaba a pensar en aquel edificio acuático cómo mi nuevo hogar.
Tan solo estaba alargando lo inevitable.