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Premios de Zolock: El Final

¡Un nuevo relato ha llegado a nuestros lares!

Se titula «El Final» y es un relato de fantasía escrito por Héctor Prieto de la Calle.

Su hashtag de promoción del relato será #PremiosZolockElFinal

¡Espero que lo disfrutéis!

El Final

— Esto no puede acabar así. —dijo el hombre desde el suelo, en una mezcla entre enfado y súplica.

Apretaba su mano izquierda en el costado, tratando de detener el flujo de sangre que manaba de ella.

— Sabes de sobra que sí, tú mismo sellaste tu destino cuando cruzaste aquella puerta. —La mujer sujetaba aún la espada cubierta de sangre, su respiración era calmada a pesar del combate que acababa de tener.

— Es absurdo, éramos amigos. —El hombre apenas pudo terminar la frase cuando el último aliento abandonó su cuerpo.

La mujer se quedó en silencio, de pie, en la gran sala donde, de no haber combatido con él, se habría iniciado el fin del mundo.

Era irónico que, como él dijo, fueran amigos antes de todo aquello. Si no hubiera cruzado aquella puerta, si no hubiera sido tan estúpido como para no contar con ellos, seguramente esto no habría terminado de aquella manera.

A su espalda resonaron los pasos de sus compañeros. Enok fue el primero en llegar y cuando vio la escena, se detuvo en seco.

— ¿Anja, estás bien? —preguntó a la mujer.

En su voz se notaba una clara preocupación, no obstante, aunque nunca se había visto capaz de declararle sus sentimientos, amaba a aquella mujer.

Junto a Enok apareció otra mujer, esta era diametralmente distinta a Anja. Mientras Anja era alta, de pelo corto y negro y complexión fuerte, la recién llegada era más baja, con un pelo rojizo recogido en una larga coleta y mucho más delgada y joven que su compañera.

— ¿Ya? —preguntó sorprendida al ver a la mujer de pie, a aquel al que habían venido a matar, yaciendo en el suelo junto a sus acólitos y los claros signos de combate por todo el lugar.

— Siento no haberte dejado nada, Brita. —respondió Anja, esbozando una leve sonrisa en su rostro cansado.

— ¿Tenéis que ser siempre así? —preguntó Enok a Anja y Brita, que parecía realmente triste por no haber podido participar en la pelea.— Kol era nuestro amigo. Al menos deberíamos presentarle un mínimo de respeto.

Anja limpió la espada con un trapo que arrojó al suelo, envainó el arma y se agachó para recoger el medallón que Kol tenía al cuello. Se lo arrancó de un tirón y lo guardó en la bolsa de cuero que llevaba atada al cinturón. Tras aquello, se dirigió a la salida.

— Puede que fuera nuestro amigo, pero dejó de serlo cuando nos engañó, nos manipuló y actuó a nuestras espaldas.

Anja estaba visiblemente enfadada, cuando pasó junto a Enok y Brita, la joven le hizo una mueca al hombre y salió tras su compañera.

En el exterior la escena era muy semejante a la vista en la sala anterior. Docenas de criaturas inertes yacían en el suelo, en las paredes se veían los indicios de la pelea y las armas tiradas por el suelo delataban el duro combate que había tenido lugar momentos antes.

En la pared opuesta a la puerta por la que Anja, Enok y Brita habían salido, había unas enormes puertas dobles cerradas y sentado frente al vano de la misma, un robusto y sonriente hombre mordía una manzana.

— Levanta Markus, nos vamos de aquí. —ordenó Anja mientras se acercaban al hombre.

— Dadme un momento, que acabo esto y nos encargamos de los que nos esperan fuera.

Un grito de alegría por parte de Brita sacó una sonrisa a Anja, que se detuvo junto al hombre sentado, esperando que este terminase su almuerzo.

Eran un grupo dispar. Ya no por sus personalidades, sino por sus orígenes y aspectos.

El destino les puso en el mismo camino cuando, junto al fallecido Kol, comenzaron a trabajar juntos buscando a los padres de Brita. Esta, la más joven del grupo, había sido abandonada de pequeña y tuvo que criarse en la calle. Fue allí cuando, robando para un gremio de pícaros de la fronteriza ciudad de Kálador, se topó con Anja, a la que intentó robar un anillo que acababa de adquirir. Anja cazó in fraganti a Brita, pero lejos de entregarla a las autoridades, hizo todo lo posible para que esta abandonase el mundo criminal y se labrase una vida digna.

Tras combatir contra el gremio que obligaba a Brita y otros huérfanos como ella a robar, las dos emprendieron el viaje juntas. No tardaron en cruzarse con Kol, que por entonces se buscaba la vida como escolta de caravanas y viajeros. Kol y Anja conectaron rápidamente, sus personalidades eran muy semejantes, así como sus gustos por las armas, el espíritu competitivo o su cariño hacia Brita.

Enok y Markus fueron los últimos en unirse. Los dos, a pesar de las obvias diferencias físicas, eran hermanos. Enok era esbelto, de rasgos delicados, muy atractivo y de personalidad dulce. Markus, por su parte, era robusto, de brazos y manos fuertes, no demasiado agradable a la vista y extremadamente rudo, incluso mal hablado en ocasiones. Las diferencias entre los hermanos seguían más allá, pues mientras Enok era un estudioso de la magia, Markus prefería el peso de una buena arma en sus manos a confiar en los encantamientos de su hermano pequeño.

— Listo, cuando queráis. —dijo Markus, lanzando a un lado los restos de la manzana y poniéndose en pie, apoyándose en su pesada almádena.

— Enok, quédate en la retaguardia atento ante cualquier sorpresa que nos tengan preparada. —ordenó Anja con voz firme y segura.— Seguramente no les haga gracia que hayamos acabado con su líder.

El grupo se puso en formación. Markus y Anja delante, ellos aguantarían la primera oleada de enemigos mientras Brita daba cuenta de ellos a distancia con su arco y flechas. Enok era el seguro, quedaba en segunda línea junto a la joven, por su manejo de la magia era capaz de provocar una gran devastación. Era una opción que Anja prefería guardarse, sobre todo en un sitio cerrado y angosto como aquel.

El subterráneo en el que se encontraban era usado por Kol y sus seguidores como templo. Levantado en la Era Antigua, permaneció olvidado hasta que, investigando unos documentos, Kol descubrió su ubicación. Tras hacerse con el medallón y formar la secta que le siguió hasta aquel momento, el antiguo aventurero solo tenía un objetivo en mente: hacer un mundo mejor. El problema a un plan como aquel residía en el proceso para conseguir su objetivo y es que el ritual que llevarían a cabo Kol y sus acólitos suponía la práctica erradicación de la humanidad.

Ahora, pese a que el grupo había detenido a Kol y evitado el ritual, se enfrentaban a otro problema, pues debían ser capaces de salir de aquellas salas subterráneas con vida para evitar que los acólitos se hicieran con el medallón. O todo lo que habían pasado para llegar hasta allí no habría servido de nada.

— Abre la puerta.— Le ordenó Anja a su compañero.

Markus retiró el madero que habían colocado como bloqueo y dio tres pasos atrás hasta ponerse junto a la puerta, dispuesto a atacar al primero que cruzase.

Aquello no tardó en suceder y segundos después las puertas dobles se abrían empujadas por media docena de enemigos.

La flecha de Brita silbó sobre la cabeza de Anja y se clavó en el cuello del primer individuo que se atrevió a cruzar. El grito de júbilo de la joven animó a Markus, que lanzó un devastador golpe lateral con su arma, impactando en el pecho de otro enemigo y hundiéndole las costillas con un ruido seco.

Anja, por su parte, permanecía de pie frente a la entrada. Su presencia atrajo al resto de enemigos, que se lanzaron sin dudar contra la imponente mujer.

Con un rápido movimiento, desenvainó su espada y efectuó un movimiento circular sobre su cabeza, descargando la inercia del ataque contra el primero de los hombres que se acercó a ella. El tajo cruzó el pecho del hombre, acabando con su vida en el momento, Anja continuó su letal danza girando sobre sí misma, evitando el golpe del siguiente enemigo y obligando a los otros dos a modificar su movimiento para no quedar a la espalda de la mujer.

A varios metros tras ellos, Enok sujetaba su cayado, esperando una orden de Anja para descargar las energías primordiales sobre los enemigos. Pese a los enfrentamientos que había vivido junto a Anja, Brita y su hermano, el joven mago sentía un nudo en el estómago cada vez que se veía en una situación como aquella.

A su lado, Brita era la antítesis de Enok, disfrutaba del combate y este presuponía que la joven mostraba un grado de psicopatía que precisaba de atención severa.

Centrándose en la batalla, Enok apretó aún más fuerte el cayado para tranquilizarse. El combate terminó a los pocos minutos. Anja y Markus se movían en la sala como dos bailarines perfectamente coordinados. Compaginaban sus ataques en una danza natural para ellos, mientras Brita descargaba una sucesión constante de flechas, hasta que agotó su munición y tuvo que echar mano de las dos dagas que llevaba a su cintura. En aquel momento el pequeño tamaño de la joven se convirtió en una ventaja, pues se movía rápidamente entre los enemigos, asestando cortes y puñaladas con la precisión de un maestro asesino.

Únicamente en una ocasión, Enok tuvo que moverse, cuando un enemigo superó al resto del grupo y se lanzó contra el joven mago que demostró, con un certero golpe de su cayado, que no precisaba de la magia para resultar un oponente digno.

— Bueno, pensaba que nos darían más guerra. -dijo Markus, rompiendo el silencio tras el combate.

— No nos relajemos, todavía tenemos que salir de aquí y destruir ese maldito medallón. —sentenció Anja, avanzando sobre los cadáveres de sus enemigos.

El grupo salió al pasillo, que giraba a la izquierda varios metros por delante.

Aunque ya habían dado cuenta de un buen número de enemigos y desmontado las trampas que se encontraron en la ida, avanzaban con precaución, temiendo que alguien les acechase más adelante o se cruzaran con alguna trampa que no hubiesen detectado. Por fortuna no fue así y pudieron llegar al exterior sin más contratiempos, allí una vez recuperadas sus monturas, pusieron rumbo a su siguiente destino: Nattens Mun.

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