Esto les va a costar de creer, nunca habría imaginado que fuese posible. Hasta yo mismo dudo de si ha sido real o no… No puedo saber si «La Otra» ha existido realmente…
Me llamo Leonardo, y este, es mi último curso en la prisión a la que llaman instituto. Desde que entré, supe que no era un buen lugar. Supe que no me lo iba a pasar bien allí. Y fue así. Para que atormentaros con los detalles, no es ningún secreto que el acoso escolar existe en este mundo y que afecta a la gran mayoría de alumnos… Yo os quiero hablar de la otra parte de la historia, la parte buena, Clara. Nos conocimos en unas circunstancias muy extrañas. Demasiado diría yo.
Estaba haciendo un examen de historia cuando oí su melodiosa voz por primera vez. Parecía que hablaba consigo misma, preguntándose cuál era el resultado de una ecuación que no entendí. En su momento me pregunté quien había sido capaz de acabar el examen y ponerse a hacer los deberes de matemáticas tan rápido. Ella se asustó al escuchar también mis pensamientos y gritó asustada, preguntándose quien hablaba, pues se encontraba sola en su habitación. Entonces fui yo el que se asustó. No era la voz de otra alumna… Eran sus pensamientos.
– ¿Puedes oír mis pensamientos? – Pensé con temor.
– ¿¡Quien eres?! ¿¡Que está pasando?! – Preguntó ella asustada.
– Me llamo Leonardo. ¿Quién eres tú y cómo es que te escucho mentalmente?
– ¿Y a mí me lo preguntas? Yo solo estaba en casa, haciendo mis tareas cuando empecé a escuchar tus malditas preguntas de historia.
– Mierda el examen, es verdad. Debería acabarlo ya.
– Te ayudo si quieres, aprovechemos este regalo de dios.
Nos repasamos el examen juntos, lo corregimos y lo acabamos gracias a las búsquedas que ella hacía por internet. Gracias a ella, pude conseguir el primer excelente que obtuve en toda mi vida.
Desde aquel extraño día estuvimos hablando, conociéndonos más de lo que ya nos conocíamos. Nunca lo he llegado a confirmar, pero creo que cada vez que dormía, soñaba con su día a día, con su vida. Se lo comenté varias veces, aunque al ser un sueño, el recuerdo se me borraba rápidamente. Ella parecía tener una sensación similar.
Éramos cómo la otra cara de la misma moneda. Cuando uno dormía y el otro no, parecía que soñábamos con la vida del otro.
Pasó una semana y parecía que ya nos conocíamos de toda la vida. Sabíamos todos los secretos del otro y su manera de pensar. Aunque nunca nos habíamos visto en persona.
Nos buscamos en las redes sociales, incluso intercambiamos los teléfonos móviles, pero ¿Para qué utilizarlos? Siempre que queríamos hablar con alguien, sabíamos que teníamos al otro para nuestro apoyo y también para nuestro placer…
Un sábado por la noche estaba estirado en mi cuarto, leyendo un libro cuando empecé a sentir mucha excitación y mucho calor. Notaba un tacto pringoso y cálido en mis dedos, a pesar de que estos estaban secos, e incluso podía notar un ambiente cargado y húmedo a mi alrededor.
Me puse en contacto con Clara y entonces la vi a través de sus propios ojos. La pude ver estirada en su bañera, tocando sus tetas con una mano mientras tocaba con la otra su coño. Me levanté con cuidado, y caminé empalmado hasta el baño donde empecé a hacerme una paja, con mi mente en el cuerpo de Clara.
Los dos nos podíamos ver mutuamente, los dos sentíamos lo que el otro sentía y hacía que la excitación subiese aún más. Mi mano no paraba de subir y bajar la piel de mi polla, mientras notaba que está estaba húmeda y cálida por los fluidos vaginales que Clara tenía en su mano. Notaba como con cada tocamiento, una pizca de placer le venía a ella en su entrepierna y rebotaba en la mía, mientras ella notaba como mi polla se iba cargando más rápido de lo que esperaba. Ella empezó a utilizar un vibrador que tenía al lado y sus gemidos aumentaron drásticamente y al notar su placer, el cual todavía no había llegado al orgasmo, todo mi semen salió haciendo que una parte de placer entrase en mí, para irse corriendo.
Pude disfrutarlo, aunque como siempre, acabó demasiado rápido. Clara al notar mi decepción, continuó con su vibrador, metiéndoselo cada vez más a dentro, cada vez más rápido, más fuerte. Compartió su placer conmigo hasta que los dos, notamos el placer máximo, haciendo que yo, me vuelva a correr en el baño.
– Dios mío… Esto ha sido increíble. ¿Es así cada vez que te tocas? – Le pregunté cuando pude recuperar la energía.
– Un poco, aunque ahora, al sentirte a ti también… Al notar tu polla en mi mano… He sentido un placer que nunca había notado.
Desde ese fantástico sábado, todas las noches nos masturbábamos juntos. Cada noche nos íbamos a la ducha del placer y disfrutábamos de las vistas y el tocamiento mutuo. Todas las noches hasta el día del baile de graduación.
Ese día, por fin nos atrevimos a vernos en persona. Ese día, por fin nos pudimos besar. Yo estaba nervioso por ello, aunque me consolaba saber que Clara también. Los dos nos vestimos de la manera más elegante que se nos vino a la cabeza, y estuvimos preguntándonos mutuamente que nos quedaba mejor. Al final, ella se vistió con un vestido violeta, el cual tenía la espalda al aire y le remarcaba mucho las grandes y perfectas tetas que tenía. Yo me puse un esmoquin blanco, bastante simple aunque muy elegante para mi estilo habitual.
Pensábamos que al vernos mentalmente, no nos sorprendería el aspecto al encontrarnos en persona. Pero no era para nada así. Nos encontramos en la entrada del salón principal, y al ver su figura perfecta, no supe reaccionar. Nos abrazamos con ansias, y pude oler su perfume que me dejó embobado. Muchos nos miraron, incrédulos por ver que estaba con una chica tan perfecta como ella, y para mi sorpresa, decidí salir a bailar con Clara para por una vez en la vida, no ser el marginado del grupo.
Los dos bailábamos de una manera espectacular, sin parar de movernos, sincronizados a la perfección, cogiendo la atención de todos los que teníamos alrededor.
– Nos mira demasiada gente, creo que sería mejor ir a otra sala más discreta… – Me comentó con su fluida voz que rebotaba en cada pensamiento de mi ser.
No se lo negué, nos fuimos cogidos de la mano entre risas, y fuimos corriendo a la recepción del hotel.
Vimos como muchos robaban tarjetas para las habitaciones y pensé en copiar su idea, aunque Clara me lo impidió.
– No necesitamos una habitación… Ven conmigo.
La seguí sin saber a donde íbamos, recorrimos toda la planta del hotel hasta llegar al bar y cuando nadie miraba, entramos en el baño.
Era un baño estrecho, pintado de un color naranja, y estaba realmente limpio. Clara bajó la tapa del retrete y se quitó todo el vestido, dejando sus pechos sujetos por un sujetador. Mis pantalones ya apretaban y al poder ver en persona sus tetas y parecía que se iban a desgarrar.
Ella me bajó los pantalones y dejo caer mis calzoncillos también. Yo la miraba, y ella, empezó chupándome los huevos y sin previo aviso, metió toda mi polla en su boca. Noté su saliva cubriendo toda mi polla, sentí como el placer subía y subía. Y escuché como ella empezaba a gemir gracias a mi placer. Ella movía su boca y yo empecé a mover la cadera, metiendo y sacando la polla de su boca, notando como mi placer se transfería a ella, notando como el semen iba subiendo. Ella paró, se quitó las bragas que aún llevaba y empezamos a follar. Entonces sentí todo su placer en mí, noté como todos los nervios de Clara se activaban y se fusionaban a los míos, haciendo que tanto uno como el otro, lleguemos al clímax en unos pocos segundos.
Nunca había sentido tal placer, tanto, que tuve que cerrar unos momentos los ojos. Y cuando los volví a abrir, ella no estaba. La otra parte de mi mente, desapareció.