La Noche que perdí

Para los lectores más picantes, y traviesos, aquí tienen un relato erótico que escribí hará ya bastante tiempo. SOLO PARA MAYORES DE EDAD +18

Ella fue la primera. No fue nada planeado. Ninguno de los dos esperábamos que ocurriese, pero así fue. Esa noche perdí, aunque debía ser así. Esa noche por fin perdí. Muchos querían que perdiese de una vez, pero no había oportunidad. Quizás sí que la había y yo no me daba cuenta… Solo sé, que esa noche de junio, por fin perdí.

Suerte que decidí ir. Llevaba encima muchos años de soledad y acoso. No quería ir para sufrir. Suerte que al final sí que fui.

Me sentía como un prisionero entrando de nuevo a su celda, aunque salí feliz con un ángel a mi lado. La gente bailaba abrazados. De mientras yo iba de lado en lado sin saber que hacía allí. Eva me encontró mientras me servía una bebida y se puso a hablar y a conversar conmigo. Tenía unos ojos castaños y un pelo rizado realmente hermoso. Tenía una piel oscurecida que aún no había visto bien y vestía con un vestido blanco que le realzaba el escote. ¿Como una belleza como ella estaba interesada en un tipo como yo? Ni siquiera llevaba corbata, como la mayoría de los graduados del baile. Y mi pelo… Uf… Lo difícil que es peinarme cuando tengo el pelo así. Al menos llevaba americana y pantalones a juego, me quedaban bien, eso no lo puedo negar.

No la conocía mucho, la verdad. Pues solo nos cruzamos una vez en las clases. Aun así se puso a hablar conmigo. Su sonrisa me tenía hechizado. Es un hechizo del cual no quiero salir. Al conocernos mejor nuestra confianza fue subiendo, hasta que por fin me atreví a invitarla a bailar. A pesar de hablar como un tartamudo, ella aceptó sin pensárselo.

La música ralentizaba el tiempo. Me cogió de la mano y la cintura mientras yo la imitaba. Se notaba que era una bailarina espléndida, pues era ella quien me llevaba a mí. Era un baile tranquilo, uno que iba cada vez más lento. Uno que paró el tiempo cuando me besó.

Fue un beso apasionado que hacía que todo lo que había a mi alrededor fuera desapareciendo poco a poco. La música acabó, igual que el primer beso que tuve en la vida.

Aún embobado por lo que acababa de ocurrir, salimos los dos del patio en el que se celebraba la fiesta. Cruzamos el jardín para llegar hasta la recepción del hotel y allí Eva se puso a hablar con el recepcionista. Una de las graduadas entró también la recepción. Gritaba y lloraba a causa del alcohol que había en su sangre. Si no fuese por ella, Eva no habría conseguido la llave.

Subimos hasta la segunda planta mientras nos besábamos en el ascensor. Coloqué la llave en el lector de su puerta. Me empujó a la cama y poco a poco fui descubriendo toda su fantástica piel oscura.

Sus pechos aún estaban sujetos por unos sujetadores de lencería que provocaban que me apretasen mucho los pantalones. De igual manera, su perfecto trasero aún estaba cubierto por esa lencería que tantas ganas tenía de quitar.

Con semejantes vistas delante de mí no quería que fuese ella la única desnuda en la habitación. Quise mostrarle mi cuerpo y empecé quitándome la camisa. Ella no se lo pensó al verme y me bajó rápidamente los pantalones, haciendo que mi pene se notase mucho más aún. Se sentó sobre él, juntando las telas de nuestras prendas íntimas y con el roce, empezó a gemir.

Sus gemidos penetraban en mis oídos como el mismo canto de sirenas y mi pulso subía su ritmo sin límite. Mis manos estaban ya agarrando las perfectas tetas de Eva, sintiendo el tacto de los sujetadores que aún no se había quitado. No pude aguantar más y se los quité como pude, para poder así sentir su auténtico tacto. Su auténtico gusto.

Al chuparle los pezones sus gemidos aumentaron, y la temperatura con ellos. Mis calzoncillos ya no estaban. Y por el tacto cálido y húmedo que noté en la polla, sus bragas tampoco. Notaba su coño subiendo y bajando encima de mi pene. Escuchaba sus gritos de placer mientras su clítoris se movía de un lado a otro. Y notaba que cada vez quedaba menos.

Dio un grito más de placer y se estiró a mi lado, exhausta por el orgasmo que acababa de tener. Aunque no tardó en volverse a levantar. Al darse cuenta de que aún no había restos blancos en la cama.

Se sentó encima de mi cabeza. Y bajó la suya hasta mi entrepierna. Noté como el calor de su garganta en mi pene y entonces fui yo el que gemía con más fuerza. Mi lengua recorría su coño y su clítoris, mientras la suya calentaba mi polla. A cada mamada mi concentración disminuía. Cada vez que su cabeza bajaba, mi mente subía al cielo. Cada vez que me la chupaba mi placer aumentaba. Mis gemidos indicaban que quedaba poco para el final, aunque ella no paró, continuó chupando hasta que su boca, su cara y su pelo quedaron manchados.

No podía creer lo que acababa de hacerme, no podía creer el placer que sentí. No podía ser real, no lo creí hasta que el agua de la ducha me lo confirmó. Era real. Le acababa de provocar un orgasmo a Eva y ella me lo devolvió con una mamada que me hizo sentir lo que nunca antes habría podido imaginar. Le empecé a lavar el pelo que le había ensuciado hacía unos minutos, mientras contemplaba sus magníficas tetas. Ella aprovechaba para lavarme el pene, que aún tenía algún resto de semen. Al ponerse de espaldas a mí y enseñarme su gran culo no pude aguantar más.

Con una postura como esa, no lo pensé y mi polla penetró en su interior. Notaba como esta palpitaba dentro suya. Sus tetas estaban aplastadas contra la pared de la ducha, aunque no parecía que esto la incomodase. Mi pene entraba y salía de su coño, haciendo que esta gritase conmigo.

Fue en esa ducha donde por fin, perdí la virginidad.

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